sábado, 8 de junio de 2013

Dispersión.



Me encanta ver tu ojo disperso por el mío: un menú de variados pensamientos, una sopa de letras pasajeras, una mezcla de mezclas batidas por el hipotálamo, la espuma del océano vertiéndose de café y chocolate,  el masaje abdominal que causan las mariposas incineradas por jugo gástrico, las vueltas amenas del viento sobre tus pestañas, el enfermizo delirio de mi iluminada pupila paseándose por la tuya,  la longeva caricia de mi lengua perpetuando tu insípida naturaleza ocular,  el insistente e intenso recorrido de tu mirada sobre el bailar de mi cordura, de mi amargura, de mi tristeza, de mi apatía, de mi tácita existencia; la sublime explosión de oceánicos matices cálidos edulcorando tu inocencia, tu pasión, tu desmesurado sentir, mi emoción, mi estupidez, mi torpeza, mi desmedida aturdida realidad; las vibras danzantes del oxígeno que paradójicamente acortan el aire, lo limitan, lo censuran, lo atraviesan, lo atacan, lo agotan y lo hacen sangrar; el desajustado vértigo que emana de la sombra temblorosa del mundo, de la inmóvil ciudad, de las nubes goteando secretos, luces traslúcidas, malaventurado viento que se desploma en las hojas urbanas que merodean tu inmensidad, tus pies, tu alrededor, tu firme y dulce esencia; el insomnio de mi pesada alma que se desgarra ante estáticos y juguetones minutos, la trayectoria de mis dedos sobre tu cabello luchador, sobre tus folículos pilosos, sobre tu extenso color que me sumerge, me amarra, me enlaza, me liga, me sujeta, asegura y me encadena;  el vino jugando a ser violeta y rojo, jugando a ser sangre, destrucción, seducción, Dionisio explotando cráneos, elevando sedientos anhelos de estampar sesos; el hematoma de mis pesares subsistiendo  en fervorosos  impulsos de ser el repertorio de la siguiente miseria, el silencio revoloteando gritos vertiginosos, mudos,  impetuosos, catastróficas espirales de afásica sordidez.  Alejándome de tantas descripciones a mis inefables pensamientos, solo puedes estar seguro de que me encanta ver tu ojo disperso sobre el mío, ahora bien, ¿te imaginas si me alojara  unos segundos sobre tu otro ojo? ¿¡y vacilara por un momento en tus ojos!? ¿¡Te imaginas que gran daño podría sufrir!?

Oh, ¡qué cataclismo!

Sería un descubrimiento científico, una nueva causa de muerte, no podría siquiera escribir que me encanta ver tu otro ojo disperso sobre el mío.




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