Me encanta ver tu ojo disperso por el mío: un menú de
variados pensamientos, una sopa de letras pasajeras, una mezcla de mezclas
batidas por el hipotálamo, la espuma del océano vertiéndose de café y
chocolate, el masaje abdominal que
causan las mariposas incineradas por jugo gástrico, las vueltas amenas del
viento sobre tus pestañas, el enfermizo delirio de mi iluminada pupila
paseándose por la tuya, la longeva
caricia de mi lengua perpetuando tu insípida naturaleza ocular, el insistente e intenso recorrido de tu mirada
sobre el bailar de mi cordura, de mi amargura, de mi tristeza, de mi apatía, de
mi tácita existencia; la sublime explosión de oceánicos matices cálidos edulcorando
tu inocencia, tu pasión, tu desmesurado sentir, mi emoción, mi estupidez, mi
torpeza, mi desmedida aturdida realidad; las vibras danzantes del oxígeno que
paradójicamente acortan el aire, lo limitan, lo censuran, lo atraviesan, lo
atacan, lo agotan y lo hacen sangrar; el desajustado vértigo que emana de la
sombra temblorosa del mundo, de la inmóvil ciudad, de las nubes goteando
secretos, luces traslúcidas, malaventurado viento que se desploma en las hojas
urbanas que merodean tu inmensidad, tus pies, tu alrededor, tu firme y dulce esencia;
el insomnio de mi pesada alma que se desgarra ante estáticos y juguetones
minutos, la trayectoria de mis dedos sobre tu cabello luchador, sobre tus
folículos pilosos, sobre tu extenso color que me sumerge, me amarra, me enlaza,
me liga, me sujeta, asegura y me encadena;
el vino jugando a ser violeta y rojo, jugando a ser sangre, destrucción,
seducción, Dionisio explotando cráneos, elevando sedientos anhelos de estampar
sesos; el hematoma de mis pesares subsistiendo
en fervorosos impulsos de ser el
repertorio de la siguiente miseria, el silencio revoloteando gritos
vertiginosos, mudos, impetuosos,
catastróficas espirales de afásica sordidez.
Alejándome de tantas descripciones a mis inefables pensamientos, solo
puedes estar seguro de que me encanta ver tu ojo disperso sobre el mío, ahora
bien, ¿te imaginas si me alojara unos
segundos sobre tu otro ojo? ¿¡y vacilara por un momento en tus ojos!? ¿¡Te
imaginas que gran daño podría sufrir!?
Oh, ¡qué cataclismo!
Sería un descubrimiento científico, una nueva causa de
muerte, no podría siquiera escribir que me encanta ver tu otro ojo disperso
sobre el mío.